En esas pinturas los primitivos dibujaban a su manera las cosas que veían o con las cuales debían enfrentarse para sobrevivir.
Seguramente intuían o sabían que llegarían al lugar (a la gruta) otras personas que mirarían esos trazados y sabrian prevenirse o asegurarse que en esos lugares había caza de animales asegurada.
Algunos fueron más allá del dibujo de animales y pintaron elementos que seguramente observaban volando en los cielos, tal es así que se descubrieron pinturas muy parecidas a platillos voladores.
No tardaría mucho tiempo en imaginar divinidades en cada cosa que temían; luego surgirían los dioses guerreros que cada tribu o pueblo primitivo trataría de "usar" como elemento Místico para fortalecer la fuerza moral de sus guerreros y asustar a sus potenciales enemigos.
Las épocas fueron pasando y luego llegaron las religiones tradicionales y sus miles de divisiones.
Con dioses o sin dioses la humanidad sigue guerreando olvidándose que antes de los dioses o doctrinas ateas existía una divinidad mística olvidada por algunos y rescatada por esta nueva humanidad que va surgiendo...Y esa divinidad no es externa al ser humano sino algo que desde el nacimiento de la humanidad le fue propio.
Es sentirse una chispa divina, una energía creadora que depende del centro energético más poderoso del universo el Dios único, el primogénito antes de la creación cuyo nombre se ha borrado con el paso de los años, pero que aún está latente en el ideario colectivo del ser humano.
1 Imagen de Gerd Altmann en Pixabay
2 Imagen de beate bachmann en Pixabay
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